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Keiko - La mujer en la que quisiéramos creer

Recuerdos de una distopia real

“Somos un partido de centro amplio”

Keiko Fujimori

Publicado: 2016-04-16

No tengo nada personal contra Keiko Fujimori, todo lo contrario. Personalmente tengo una predilección por los políticos jóvenes con ese ánimo rebelde de cambiar las cosas y de reconstruir dejando atrás fórmulas antiguas e ideas de viejos. Solamente el que sea una mujer joven me animaría mucho a votar por ella de primera intención. Claro, luego de ese primer impulso romántico tendría que venir un análisis sobre otros aspectos como su entorno, su política y su historia y es en estos puntos donde el sueño se derrumba.

Para el Perú, el problema de tener una Keiko, es que queremos creer en ella a como dé lugar. De todas maneras soñamos con que Keiko sea la reivindicación de un Fujimorismo mayoritario, tratamos de que sea un Fujimorismo bueno y en toda la tradición de la nueva “Guerra de las Galaxias” ella sea la heroína joven, la Luke Skywalker que convierte al tirano Darth Vader en el buen Anakin Skywalker, la Princesa Amidala que se para frente al dictador y le canta sus verdades luchando por la democracia, la Rey de Episodio VII, que reivindica todo lo vivido e impulsa una nueva revolución ante el fracaso de la revolución original y nos trae una nueva esperanza, otra vez. Una Keiko que nos lleve a una nueva era donde una mujer joven, rebelde e idealista modernice y limpie a un país destruido por la corrupción. Queremos que tenga lo bueno de su padre y que carezca de lo malo. Queremos que sea, de alguna manera, la que nos haga olvidar lo malo de Alberto pero que nos deje lo bueno de Fujimori y, en esa medida, tratamos de creer en ella como sea: “ella no es su padre”, “ella es el nuevo Fujimorismo”, “el Futuro está en marcha”.

El problema, y donde el sueño muere, es en que la verdadera rebeldía no nace de la conveniencia sino del hartazgo reactivo de una situación que nos incomoda. Cuánto no le creería ahora si ella, desde su puesto de Primera Dama (cargo que ocupó seis años) hubiera deslindado con la conducta delictiva de su padre y del entorno de su padre. La imagino saliendo a dar un mensaje a la nación protestando contra la Ley de Interpretación auténtica. La veo separándose de su padre y formando su propio partido donde enuncia una nueva ideología y reconstruye un “nuevo Fujimorismo”. La sueño como presidenta de su partido botando a todos los que fueron corruptos y se salvaron por “leguleyadas”. Pero la verdad es diferente. Keiko Fujimori adopta el partido de su padre y lo maquilla como si fuera un travesti democrático donde se nota a leguas la realidad que todos negamos y donde tras las pestañas postizas todos vemos claramente la mirada autoritaria del poder mayoritario.

No hay mejor ejemplo de lo que el Fujimorismo es que su número uno: Cecilia Chacón, una mujer que fue acusada de mentir en su hoja de vida al decir que nació en Cajamarca cuando en realidad nació en Chiclayo. Ella dijo que fue un “error material” (básicamente ‘escribí mal’), resultado: ¡impecable!

Se le acusó de enriquecimiento ilícito. Luego de la investigación, no resultó que el enriquecimiento no existió, sino que hubo un error procedural ya que el acusador era un fiscal Anticorrupción y no un fiscal de la Nación como correspondía y, a pesar de que se determinó que ella había recibido dinero de su padre, el ex ministro fujimorista Walter Chacón, el proceso fue anulado: ¡impoluta!

Cecilia Chacón termina diciendo que el condenado Alberto Fujimori debe salir por la puerta grande de prisión y la misma Keiko Fujimori sale a afirmar que las declaraciones de Cecilia Chacón han sido “malinterpretadas” y es ahí donde nos cae todo el fujimorismo en la cara. Esa capacidad de justificar lo que sea y cómo sea, esa forma de hacer “interpretación auténtica” de lo que sea, ese poder de decir “yo soy la líder pero no soy responsable de lo que pase y lo niego todo”, “yo fundé Factor-K pero no es parte del partido y entregué los sobres pero no los toqué porque la Virgen que llora me protegió”, ese corrimiento del maquillaje de este travesti autoritario disfrazado de democracia. Es ahí donde vemos a la verdadera Keiko: la Fujimori.

Se debe tomar en cuenta que durante estos años no es que el fujimorismo haya cambiado en esencia. Lo único que han cambiado el partido a lo largo de los años es de alias, pues todos sabemos que el partido es Fujimori y, en esa medida, es imposible pensar que Keiko es la hija rebelde que se opone al padre tirano y nos trae la libertad. Todo lo contrario. Keiko es la máscara que nos trae al mismo fujimorismo que se basa en el robo y la corrupción amparados en errores procedurales para gritar “Gago es impecable”, “Chacón es ética”, “¡Soy inocente!” que son los gritos que, durante tantos años, nos han traído pesadillas. Nunca sabremos si lo hace concientemente o como un títere cegado que es manejado desde lejos. Ambas opciones terribles. Estamos a punto de volver a caer en esa eterna noche de sufrimiento solamente porque nos queremos creer un cuento que no tiene por dónde acabar bien.


Escrito por

daso (Daniel Subauste)

Mulero convertido


Publicado en

El Politicón

Llega un punto donde el absurdo de una nación llega a tal punto, que solamente queda reírse